De cómo viajamos por los Andes venezolanos. Parte II: Laguna del Santo Cristo, Mérida.




Llegamos al Estado Mérida anocheciendo, la neblina era tanta que debimos subir como a 10 km por hora, no veíamos nada adelante del camino. Entramos por el Pico el Águila, para llegar a Mucuchíes. Teníamos reservado la casa del Nidal del Gavilán (de Los Andes Tropicales), una casa campestre, humilde pero bonita, en el medio del páramo, sin nada más que vacas, ovejas y montañas a su alrededor. La casa es pequeña con patiecito interno y tejas de barro, las habitaciones son  agradables y acogedoras, hay agua caliente! y la comida huummmm, la verdadera pizca andina. La señora muy amable, servicial y discreta, como es característico de los queridos merideños. El verdadero escape!



Al día siguiente por la mañana, después de un buen desayuno casero, partimos a Gavidea, dónde comenzaríamos nuestra fabulosa experiencia hacia la Laguna de Santo Cristo! 

La Laguna del Santo Cristo es de origen glaciar y es la laguna de montaña más grande de Venezuela, ubicada a 3.900 msnm se encuentra dentro del Parque Nacional Sierra Nevada

Ya habíamos reservado el Tour con Los Andes Tropicales, así que debíamos ir al poblado de Gavidea y buscar al guia local: Efraín ,un joven vaqueando con su caballo llamado Coral. Coral es quien llevaba el peso, las mochilas y la carpa, nosotros afortunadamente íbamos livianos caminando y apreciando el paisaje. 



Fueron 5 horas y media caminando a ritmo suave entre páramo merideño, hermoso, grande, imponente y que te llena de tanta buena energía y paz. 



Tuvimos la imprudencia de no pensar en el sol porque uno, el oriundo del trópico, asocia el sol con la playa...y como durante todo el trayecto hizo un sol espléndido y radiante, improvisamos unos turbantes con las bufandas y suéter para cubrirnos un poco del sol. Llegamos a 4200 mts de altura y desde allí vimos el hermoso Pico Humboldt, aún tiene algo del glacial en su cumbre. 





Descansamos un rato para comer y de allí comenzamos a decender unos 300 mts. Nos encontramos con varias lagunas pequeñas por el camino y tomamos agua de ríos cristalinos. 

Llegamos aproximadamente a las 6 pm a la Laguna del Santo Cristo, en ese momento no pudimos ver parte de la laguna porque había mucha neblina, pero el sitio es naturaleza pura, encantador y misterioso. Desde el lugar donde acampamos se puede ver una pequeña parte de la laguna, que está como entre dos montañas, y mas allá pareciera que el agua no tiene fin, es inmensa y no se puede ver toda, al menos que tengas un kayak y te adentres a sus aguas. 



De una vez armamos campamento. En el área como a 100 mts de nosotros acampaban unos  jóvenes merideños que llevaban tres días allí, buscaban una carnada para pescar trucha con caña de pescar. Lo interesante fué que nuestro vaqueano guía con un simple saco de papas pescó unas truchas que sirvieron de su cena. El durmió mas arriba casi a la intemperie con una ruana y un aislante. 

Llegada la noche y ya con el estómago lleno, comenzó a bajar la temperatura, así que nos abrigamos con todo lo que teníamos, franela manga larga, suéter polar, chaqueta, pantaloncillos de algodón, y otro pantalón, dos medias, guantes y pasa montañas.  Nos metimos a la carpa con fines de descansar, pero a medida que pasaban las horas se ponía más frío. Después de habernos insolado durante el día, la baja temperatura fue contraproducente, mi nariz se congestionó y a mi esposo le dolía la cabeza. La temperatura llegó a los +2 grados dentro de la carpa, y afuera hizo unos -4 y los sacos de dormir eran para +10. Ese día entendimos que no se debe subestimar el clima y que es indispensable contar con el equipo de acampar adecuado a cada temperatura. 



Una gran luz iluminó todo el campamento...no, no era un platillo volador, era la luna llena! No hizo falta linternas, pudimos recorrer parte de la orilla de la laguna a la luz de la luna. La noche fue helada, no dormimos mucho. Mi esposo decía que era la única vez que pensó que se iba a morir de frío de verdad...(Y pensar que nuestro guía vaqueano durmió como un bebé con una ruana). Nos sorprendimos al notar los cordones de la carpa con hielo, el suelo blanco escarchado y los riachuelos congelados...ay, hizo bastante frío!

Ya a las 5:30am salimos a ver el amanecer. Helados, en la parte más baja del valle, veíamos como el sol ya arriba todavía no llegaba a nosotros. Apreciamos como la sombra de la montaña del valle bajaba, hasta que el paisaje quedó cubierto con la luz del sol...todo un espectáculo!



Apartando esa locura de sentir que te congelas, el paisaje lo compensó todo. Estar allí rodeado de montañas rocosas y una laguna de película fue alucinante. Son esos paisajes magníficos que llenan tu alma de alegría, y se quedan para siempre en tu ser. 







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